El periodismo cultural

 

El periodismo cultural en perspectiva 


A manera de panorama histórico sobre el periodismo cultural en sus alcances de diversa amplitud, sobresale el recuento que propone Jorge Rivera en su libro El periodismo cultural (1995) que registra que, con la aparición de varios periódicos entre los siglos XVII y XVIII, habría de consolidarse la prensa hispanoamericana. Entre esos títulos aparecen la Gaceta y el Mercurio de México, la Gaceta de Lima, el Diario Erudito, Económico y Comercial del Perú, el Papel Periódico de Cuba y el Primicias de la Cultura de Quito, asentados en su mayoría en la base iluminista del enriquecimiento a través del cultivo de “las artes y las letras”.

Todos estos periódicos, con modalidades propias, fueron delineando las matrices de la prensa latinoamericana así como de muchos proyectos de periodismo cultural que se afirmaron en la región hacia finales del siglo XIX y principios del XX, con revistas como La Biblioteca, Martín Fierro y Sur (Buenos Aires), Revista Azul y Cuadernos Americanos (México), Revista de América (Bogotá), Marcha (Montevideo) (Rivera, 1995: 49), entre muchas otras.

Para lo que ya en el primer tercio del siglo XX era considerado el fenómeno del periodismo cultural a nivel mundial, la existencia de las llamadas “revistas literarias” plantea algunas cuestiones teóricas y técnicas dignas de considerarse. Para muchos de los autores renombrados que participaban en estos medios, “revista literaria” s toda publicación “de un grupo, conjunto o cenáculo de intelectuales que buscan, a través de ella, la difusión de su mensaje, libres de objetivos comerciales y al margen del presupuesto oficial” (Rivera, 1995: 56), lo que supone la exclusión de las secciones “literarias” de los diarios y revistas de interés general, y de las publicaciones de carácter universitario o institucional. Cabe aquí una puntualización que, a pesar de esta suerte de consenso, no todas las revistas literarias de entonces carecieron de propósitos comerciales (lo prueban, entre otras, las revistas Nosotros y Sur), así como tampoco no todos los proyectos que contaron con apoyo estatal deben ser descartados (Rivera, 2000: 56).  

Sin embargo, con los años la práctica del periodismo cultural en general, sin que haya sido la excepción Latinoamérica, tendió a dirigirse hacia la perspectiva más aglutinadora, en una muestra de interés por aprehender lo más extenso de aquello, así mismo diverso y heterogéneo, que compone el tejido social en esta parte del continente, tejido que es necesario comprender en su sentido sociocultural así como en su contexto temporal para asimilar la manera en que en él se desarrolló el periodismo cultural.

Jorge Rivera uno de los autores que más ha reflexionado sobre el periodismo cultural en la región, propone una definición, sin anticipar linderos inamovibles, donde parecen juntarse las nociones teóricas vinculadas a su condición de posibilidad (campo, habitud, capitales) así como lo que compete a sus características como especialidad periodística. El periodismo cultural, entonces, resulta

(…) una zona muy compleja y heterogénea de medios, géneros y productos que abordan con propósitos creativos, críticos, reproductivos o divulgatorios los terrenos de las bellas artes, las corrientes de pensamiento, las ciencias sociales, la llamada cultura popular y tantos otros aspectos que se relacionan a la producción, circulación y consumo de bienes simbólicos, sin importar su origen o destinación estamental (Rivera, 1995: 19).


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